1. Perito criminal del siglo XIII.

El primer libro sobre ciencia forense se escribió en el siglo XIII, por un juez chino llamado Song Ci. El “Collected Cases of Injustice Rectified”, que en español sería algo así como “Colección de Casos de Injusticias Rectificadas”, trata de una serie de reglas para que los médicos legistas no cometan errores o corrompan sus conclusiones. También conocida como “Un Lavado de Errores”, la obra se divide en 53 capítulos y 5 volúmenes. En ella, Song Ci explica cómo hacer una autopsia de manera correcta y relata, por ejemplo, la diferencia entre la muerte por ahogamiento y estrangulación. Todo basado en un amplio estudio y observaciones: los casos reales de la villa en que habitaba fueron empleados para explicar sus técnicas. Este sigue siendo el primer libro conocido con información sobre la entomología forense (en el siguiente punto abordamos este concepto).
2. El poder del ADN.
La genética forense o el estudio del ADN para ayudar en la resolución de casos criminales. La etapa moderna de esta ciencia proviene de las investigaciones de un médico llamado Alec Jeffreys, de la Universidad de Leicester, en Inglaterra. En el año de 1984, creó un medio para identificar a las personas a través de fragmentos de material genético. Incluso, sería él mismo quien diera nombre a las características únicas del ADN de una persona como “identificación del ADN”. Con estos descubrimientos, una astilla de una uña o un solo cabello que el criminal hubiera dejado en el lugar del crimen, puede influir en su condena. Al mismo tiempo, también es posible absolver a los acusados que están injustamente en prisión.

Por su puesto que, con el tiempo, las técnicas se fueron mejorando cada vez más: en nuestros días, es posible identificar el ADN de una persona con muestras más pequeñas, tales como las colillas de los cigarrillos y servilletas usadas. Sin embargo, esta técnica del ADN sólo funciona como comparación, y una muestra sin sospechoso no resulta de mucho valor. Por eso, países como Inglaterra y Estados Unidos poseen registros de códigos genéticos de todas las personas que han sido acusadas de algún delito.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. En 2009, por ejemplo, la policía alemana descubrió que una sospechosa, a la que habían perseguido durante 16 años debido a varios asesinatos era, en realidad, una mujer que trabajaba en la fábrica de los hisopos de algodón usados en la investigación. Es decir, no tenía nada que ver con ningún crimen, excepto en el descuido de la fábrica al contaminar el material que producía.
3. Granjas de cuerpos.
Actualmente, cinco universidades de los Estados Unidos cuentan con un centro de investigación nada convencional: se trata de las “granjas de cuerpos”, lugares en que los científicos estudian cadáveres y los efectos que el tiempo y la naturaleza tiene sobre los cuerpos. Pese a que suene mórbido, este tipo de investigación ayuda a determinar el tiempo de muerte la víctima y, en consecuencia, en la resolución de casos antiguos.

El Laboratorio Nacional Oak Ridge, de la Universidad de Tennessee, fue responsable de la creación de la “granja de cuerpos” original, en 1981. Reciben un promedio de 100 cuerpos donados durante todo el año. Los cadáveres se colocan en diferentes condiciones, como en la cajuela de un auto, en un suelo de tierra, etc. Y son dejados allí para su descomposición, de forma que los científicos puedan analizar lo que sucede con el cuerpo humano en diversos ambientes. Los investigadores ya descubrieron, por ejemplo, la concentración de cinco ácidos liberados por la descomposición de músculos y grasa, compuestos inorgánicos que escurren de los huesos hacía el suelo, entre otras cosas. Este tipo de información es importante porque, según los científicos, se repite de forma previsible con todos los seres humanos.
4. Perros forenses.

El maravilloso olfato canino resulta de mucha ayuda para la ciencia forense. Además de detectar drogas, los perros entrenados pueden identificar cuerpos en descomposición, incluso substancias como el queroseno y la gasolina, aun en cantidades pequeñas. El olfato es un arma tan poderosa que una tecnológica para la detección de olores ya ha sido desarrollada, capaz de detectar residuos menores a 1 nanogramo de olor de descomposición, además de explosivos. Tal tecnología, sin embargo, no ha hecho que los perros se retiren. Los perros siguen siendo, por ejemplo, la mejor forma de seguir un rastro hasta el origen, mientras que los dispositivos son útiles para identificar el tipo de material encontrado. Además, la tecnología es necesaria en situaciones en que los perros no están disponibles, como en los campos de batalla.
Fuente: http://marcianosmx.com/6-curiosidades-sobre-ciencias-forenses/
Fuente: http://marcianosmx.com/6-curiosidades-sobre-ciencias-forenses/
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